RUDEZA DIVINA
Después de 1933, los primeros luchadores mexicanos comenzaron a desplazar a los extranjeros. Octavio Gaona, Murciélago Velázquez, Tarzán López, Bobby Bonales, Black Guzmán, entre otros, se posicionaban en el gusto del público. Siendo el murciélago Velázquez, el primer imán de taquilla. Para esto, Rodolfo Guzmán Huerta, hermano de Black Guzmán, era entrenado por Gonzalo Avendaño en el Casino de Policía y desarrollado por el primer cerebro creativo de los coliseinos, Jesús “Chucho” Lomelí. Así que sean ustedes bienvenidos Gladiadores, al comienzo de la historia del personaje más grande, la lucha libre mexicana, el Santo.
UNO MÁS DEL MONTÓN
La parafernalia de las máscaras comenzó a ser imán de taquilla con Murciélago Velázquez. Era algo que Lomelí tenía preparado para deportistas que le llenasen el ojo. Rodolfo Guzmán, debuta en 1934 en la Arena Peralvillo, siendo sus primeros pasos en arenas pequeñas. Sin máscara y con un equipo sencillo de solo trusa. Mientras gana experiencia, Rodolfo le pediría a Lomelí una oportunidad, este último, vio actitud y coraje en cada entrenamiento de Guzmán Huerta, dándole un espacio en la antigua Arena México, presentándose como Rudy Guzmán.
TODO SE DERRUMBA
EL MILAGRO
Posterior a esta dura decepción, tanto para Lomelí como para Rudy, la mente brillante de Jesús, daría a luz a un personaje único, un rudo con un perfil más definido. Donde debía mostrar al monstruo de mil cabezas, una rudeza extrema jamás antes vista, algo que lo haría sobresalir por encima del promedio. Pero eso no sería tan relevante, a no ser que el personaje en cuestión, metafóricamente, se vestiría de piel de oveja. Esto significa que sería un ángel o un santo en apariencia, pero que sería todo un demonio en la práctica.
LA SANTA DIABLURA
Así, nacería el Santo, del inventario de “Chucho” Lomelí, pero por elección de Rudy Guzmán. Su debut fue publicitado como la presentación de un misterioso enmascarado, lo cual atraería la atención de la afición. Su primer encuentro fue fructífero, ya que su rudeza, pulverizo a Bobby Bonales, Murciélago Velázquez y Tarzán López. El resultado del encuentro fue una derrota, pero las ganancias de esta era la atención y el repudio del público, lo que hacía, que ya no fuera un personaje indiferente.
Y así, la máxima leyenda comenzó su andar, aplicando psicología inversa que con el paso del tiempo lo iba definiendo cada vez más. Siendo visto como un hipócrita, ya que cada que subía al ring, se arrodillaba en una esquina del cuadrilátero y comenzaba a rezar. Muchas gracias por su tiempo, gladiadores, nos vemos el próximo sábado, con una función más de, A Una Caída.
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